Según informó la Agencia Hawzah, el libro Cien y una disputas interesantes y amenas, escrito por Muhammad Muhammadi Eshtehardi, recopila diversos debates en torno a cuestiones doctrinales y religiosas, y será publicado por entregas en Hawzah News.
Sibt ibn al-Jawzī fue uno de los eruditos más reconocidos de la escuela suní, autor de numerosas obras, y conocido por orientar al pueblo a través de sermones en las mezquitas de Bagdad. Finalmente falleció el 12 de Ramadán del año 597 H. en Bagdad.
Entre las características del Imam Alí (P) estaba su célebre invitación al conocimiento: «Preguntadme antes de que me perdáis», frase que expresaba repetidamente ante la gente. Esta declaración era exclusiva de él y de los Imames infalibles (P); cualquier otra persona que intentó imitarla quedó en evidencia.
En una ocasión, Sibt ibn al-Jawzī, desde el púlpito, pronunció esa misma frase: «¡Oh pueblo! Preguntadme antes de que me perdáis». Entre los presentes —hombres y mujeres, chiíes y suníes— una mujer tomó la palabra y preguntó:
—Infórmame, ¿es cierto el relato de que, tras el asesinato de ‘Uthmán, su cadáver permaneció tres días en tierra sin que nadie lo recogiera para darle sepultura?
Sibt respondió: —Sí, es cierto.
La mujer continuó: —¿Y también es cierto que, cuando falleció Salmán en Mada’in, el Imam Alí (P) viajó desde Medina (o Kufa) hasta allí, ofició la oración fúnebre, participó en su entierro y no permitió que el cuerpo quedara sin sepultar?
Sibt respondió: —Sí, también es cierto.
La mujer replicó: —Entonces, ¿por qué Alí (P), estando en Medina, no asistió al entierro de ‘Uthmán para sepultarlo? En tal caso, o bien Alí (P) actuó con negligencia —lo cual es imposible para un Imam infalible—, o bien ‘Uthmán no era un verdadero creyente, ya que Alí (P) no se consideró obligado a encargarse de su sepultura. Finalmente, después de tres días, lo enterraron en secreto en el cementerio judío, detrás de al-Baqī‘, tal como lo narra al-Tabarī en su Historia (t. IX, p. 143).
Ante esta pregunta, Sibt ibn al-Jawzī quedó desconcertado, pues si admitía que Alí (P) había obrado mal, contradecía su fe en él; y si decía que el equivocado era ‘Uthmán, también contradecía su propia creencia, ya que consideraba a ambos califas legítimos.
Incapaz de responder, se refugió en un ataque personal:
—¡Oh mujer! Si has salido de tu casa con permiso de tu marido para debatir de esta forma ante extraños, que la maldición de Dios caiga sobre él; y si has salido sin permiso, que la maldición de Dios caiga sobre ti.
La mujer, con gran agudeza, replicó:
—Dime, ¿‘Ā’isha, cuando salió a luchar contra el Emir de los Creyentes Alí (P) en la batalla de Yamal, lo hizo con permiso de su esposo, el Profeta (PB), o sin él?
De nuevo, Sibt ibn al-Jawzī quedó sin salida: si decía que salió sin permiso, descalificaba a ‘Ā’isha; y si afirmaba que salió con permiso, cuestionaba a Alí (P). Incapaz de sostener ninguna de las dos respuestas, bajó del púlpito y regresó a su casa.
Fuentes:
Safīnat al-Bihār, vol. 1, p. 193.
Al-Sirāt al-Mustaqīm, citado en Bihār al-Anwār, vol. 8, p. 183.
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