Según reporta la Agencia de Noticias Hawzah, uno de los judíos de Medina tenía como acreedor al Profeta Muhammad (PBD) por unos cuantos dinares. Cierto día lo encontró en el camino y le exigió el pago inmediato.
El Profeta, con serenidad, respondió:
—Ahora mismo no tengo dinero para devolverte tu deuda.
El judío insistió:
—No me apartaré de ti hasta que me pagues.
Entonces el Mensajero de Dios (PBD) replicó con calma:
—Y yo permaneceré aquí contigo para ver qué sucede.
Llegó la hora de la oración del mediodía, y el Profeta rezó allí mismo. Sin embargo, el hombre continuaba exigiendo su pago. Lo mismo ocurrió con las oraciones de la tarde, el ocaso, la noche y el alba del día siguiente: el Profeta cumplió todas sus oraciones en ese lugar, sin pedir plazo ni mostrar enfado.
Algunos de los compañeros del Profeta, molestos por la obstinación del judío, intentaron amenazarlo y reprenderlo. Cuando el Mensajero de Dios lo advirtió, los miró fijamente y dijo:
—¿Qué pretenden hacer con él?
Ellos respondieron:
—¡Oh Mensajero de Dios! Este judío lo ha retenido por unas pocas monedas y no lo deja en paz. Queremos darle una lección.
El Profeta les dijo:
—Dios no me ha enviado para oprimir a nadie, ni siquiera a quienes han pactado con nosotros vivir bajo nuestra protección. Él solo me reclama lo que se le debe; no deben molestarlo.
La situación se prolongó hasta el mediodía del día siguiente. El judío, al ver la paciencia y la nobleza del Profeta, quedó profundamente impresionado y declaró:
—Atestiguo que no hay más dios que Alá y que Muhammad es Su Mensajero.
Luego añadió:
—Como agradecimiento por la guía que he recibido, donaré parte de mis bienes en el camino de Dios. ¡Por Dios! Hice esto porque quería comprobar en ti las señales descritas en la Torá: un Profeta llamado Muhammad ibn Abd Allah, nacido en La Meca y emigrado a Medina, que no es duro ni severo, no insulta ni profiere palabras vulgares. Todo lo que leí en la Torá lo he encontrado en ti.
Acto seguido, volvió a dar testimonio de la unicidad de Dios y de la misión del Profeta (PBD), y dijo:
—Poseo grandes riquezas, y las pongo todas a tu disposición para que, conforme al mandato divino, distribuyas los derechos de Dios y de los necesitados.
Fuente: Cuentos de Bihar al-Anwar, vol. 10, p. 25
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