Agencia de Noticias Hawzah | El fenómeno del tatuaje ha creado desafíos no solo dentro de las familias, sino también en la sociedad. En el pasado, tatuarse era un símbolo de desviación social, y solo lo practicaban personas rebeldes y con antecedentes, como reclusos, matones ("lats"), etc. Sin embargo, hoy en día, el tatuaje se ha convertido en un fenómeno social generalizado, hasta el punto de que incluso personas respetables y en espacios formales y educativos no están exentos de él.
Lo que necesitamos hoy es una educación social sobre este problema.
La mayoría de las veces, las personas se tatúan de manera impulsiva, sin consultar y de forma instantánea, mientras desconocen sus secuelas y daños personales, familiares, sociales y profesionales.
La sociedad no puede impedir que los jóvenes se tatúen; pero al menos puede y debe proporcionar un marco para su educación y asesoramiento, de modo que la persona sea consciente de las consecuencias de su acto antes de tatuarse y evite acciones impulsivas. Además, lamentablemente, en nuestra sociedad no existe supervisión sobre los artistas del tatuaje y los estudios donde se realizan.
Esta misma falta de supervisión ha llevado a la aparición de ciertas enfermedades y daños físicos resultantes de los tatuajes. Hacer efectiva esta supervisión es también una de las responsabilidades sociales de las autoridades. Estas acciones no solo conducen a la preservación de la salud individual, sino que también resultan en salud y orden social.
En la sociedad posmoderna, los símbolos de valor han cambiado. Hoy en día, el tatuaje también se presenta a los adolescentes como un símbolo de valor. Para demostrar su identidad y estatus social, el individuo decide grabar tatuajes costosos en su cuerpo; cuanto más artístico, de mayor calidad y más caro sea el tatuaje, mayor será la sensación de orgullo social de la persona. En estas condiciones, los tatuajes actúan como un marcador de clase que conduce a la delimitación social de los individuos. Cambiar esta perspectiva requiere que la sociedad actúe con inteligencia, señalando el error a los jóvenes a través de la educación en valores reales.
La mayoría de las personas que no han podido expresarse a través de sus talentos y éxitos, compensan su deficiencia interna refugiándose en la trinchera del tatuaje. Cuando una sociedad se enfrenta a un desafío así, es como si todos se relacionaran entre sí con máscaras en el rostro, y el resultado de esta actitud no es más que una disminución de la confianza social. Cuando la sociedad enseñe a sus individuos a resolver sus debilidades en lugar de huir de ellas, y eleve su alfabetización crítica para que piensen más allá de las presiones sociales, nunca nos enfrentaremos a un fenómeno así.
Algunos jóvenes, debido a la falta de espacios necesarios para expresarse y manifestar su identidad, recurren a comportamientos para, de alguna manera, decir lo que piensan. Por supuesto, a veces los tatuajes también juegan el papel de declaraciones políticas. Los jóvenes, al hacerse tatuajes específicos, declaran su protesta contra la situación actual.
Ayudar a los jóvenes a encontrar sus raíces e identidad auténticas, facilitando espacios para el diálogo, el debate y el intercambio de opiniones, puede ser una buena solución a este problema. Proporcionar espacios para las actividades artísticas de los jóvenes es también una de las obligaciones de los gobiernos, para darles la oportunidad de emplear su creatividad y arte en el camino correcto, en lugar de grabar diseños en sus cuerpos y, por así decirlo, "crear una obra de arte".
Otro factor que impulsa la tendencia a tatuarse son los modelos de belleza erróneos presentados por artistas, deportistas y celebridades. La sociedad debe oponerse activamente a esta corriente.
Debe considerarse la enseñanza de alfabetización mediática en escuelas y universidades, así como la explicación de los conceptos de originalidad e imitación. La presentación y promoción de modelos positivos y personalidades científicas cuyo éxito se debe a su esfuerzo intelectual y ético también puede ser efectiva para que los jóvenes de la sociedad reevalúen estos modelos.
Zahra Ebrahimi
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