La fórmula de la alegría | ¿Qué es la verdadera alegría y vitalidad?

Hawzah/ El Hojatoleslam Taqi Pour, uno de los profesores del seminario, habla sobre la importancia de la verdadera alegría desde la perspectiva del Islam: la auténtica alegría no significa risas sin sentido ni placeres materiales, sino mantener la motivación y la esperanza tanto en la adversidad como en los momentos de felicidad. Este espíritu, evidente en la vida de los líderes y combatientes, es la fuerza impulsora para resistir y cumplir con el deber hasta el último aliento.

Según informó la Agencia de Noticias Hawzah, Hojatoleslam Hossein Taqipour, profesor e investigador del seminario de la provincia de Mazandarán, en una serie de charlas abordó los «caminos para generar vitalidad y alegría desde la visión islámica», presentados bajo el título de «La fórmula de la alegría», que se ofrecen en distintas entregas a los lectores.

El verdadero significado de la alegría

Cuando hablamos de «alegría y vitalidad» no nos referimos a risas descontroladas o comportamientos frívolos. En el lenguaje popular, a veces se entiende de ese modo e incluso se relaciona con un estado de euforia, pero ese no es nuestro propósito.

La alegría no consiste en que una persona viva rodeada de carcajadas vacías o placeres meramente mundanos, como una casa, un coche o ropa elegante. Eso no es lo que el Islam entiende por verdadera alegría.

Lo que queremos decir con «alegría» es que el ser humano nunca pierda la motivación; que jamás se deje vencer por el desánimo o la desesperanza, ni en tiempos de prosperidad ni en días de dificultad.

«La alegría significa que las motivaciones para la adoración, el cumplimiento de los deberes espirituales y también los objetivos laborales jamás se apaguen en el ser humano».

Ni los elogios de algunos ni las críticas de otros deben cambiar el rumbo de la vida. La alegría consiste en que la persona no se torne apática ni abatida, sino que mantenga la energía para continuar. Incluso si recibe heridas de sus propios allegados, enfrenta problemas dentro del hogar o sufre burlas fuera de él, debe permanecer firme en sus convicciones y seguir avanzando con seriedad hacia sus metas.

Esto significa que, ya sea un responsable en el sistema islámico, un maestro, un clérigo, un obrero, un empleado, un agricultor, un ganadero, un militar o un miembro de las fuerzas de seguridad, nunca debe rendirse: ni en la producción, ni en el esfuerzo por construir la «vida pura» a la que invitan los Ahl al-Bayt, ni en la austeridad y gestión del consumo.

La verdadera alegría consiste en no perder jamás este espíritu.

Por supuesto, esto no significa que la persona nunca se canse. A veces, debido al agotamiento o a la opresión de otros, puede llorar en soledad o desahogarse con Dios en la oración nocturna. Tal como el Corán pone en labios del Profeta Yaqub: «Solo expongo mi dolor y mi tristeza ante Dios».

Ejemplos prácticos de alegría

Se cuenta que un día algunas personas fueron a ver al Imam Jomeini (r.a.) y le dijeron: «Señor, estamos cansados».

Él respondió: «Por Dios, aunque recorran el mundo, no encontrarán a alguien más cansado que Jomeini». Y sin embargo, la verdadera alegría era evidente en su ser.

Cuando recibía suero, dos personas debían sostenerlo para que pudiera rezar de pie. Incluso cuando padecía una grave enfermedad de estómago y tuvieron que extirparle el órgano, seguía empeñado en colocarse el turbante, peinarse la barba, perfumarse y recitar el Corán.

A los casi noventa años, en su lecho de hospital, pidió: «Coloquen mi cama hacia la qibla». Y aunque necesitaba ayuda para sostenerse, no aceptó rezar sentado; mientras tuvo fuerzas, cumplió la oración de pie. Este es el sentido de cumplir con el deber hasta el último aliento: esa es la verdadera alegría que fortalece a la sociedad islámica.

El Imam Ali (P), en una carta a Malik Ashtar, escribió: «¡Por Dios! Aunque toda la incredulidad se levantara contra mí y la tierra se llenara de enemigos, jamás el miedo entraría en mi corazón». Y explicó la razón: «Porque tengo certeza de estar en el camino de la guía y el sendero recto, mientras que ellos están en la perdición». Esa certeza era la fuente de su alegría y valentía.

Asimismo, Qasem ibn Hasan, la noche de Ashura, preguntó a su tío, el Imam Hussein (P): «Tío, ¿estamos en la verdad o no?» El Imam respondió: «Sí, estamos en la verdad». El joven de trece años dijo: «Entonces, la muerte en este camino es para mí más dulce que la miel». Esa era la alegría y la esperanza aprendidas del legado del Profeta y de los Ahl al-Bayt.

En los frentes de batalla, los combatientes bromeaban y organizaban celebraciones como la llamada «fiesta de las mantas». Estas bromas eran parte de la atmósfera psicológica y espiritual que los mantenía firmes. En el libro Observaciones, una de sus partes está dedicada a estos momentos de humor entre los combatientes.

Por ejemplo, se menciona un acto simbólico llamado «Henabandán», que originalmente es una ceremonia previa a la boda, pero que en el frente adquiría un significado especial: un recordatorio humorístico, pero profundo, de la preparación para el martirio, como si el mártir fuera un novio.

O la memoria de aquel combatiente que llevaba en su pecho una foto del Imam Jomeini y fue capturado por los baazistas. Le ordenaron insultarlo, pero no lo hizo. Le golpearon la cabeza con la culata de un arma hasta que murió mártir. Otro, al que le arrancaron la piel y le echaron sal, siguió negándose a insultar al Imam y finalmente fue martirizado en Kurdistán. Esa es la alegría auténtica, la que revela su verdadero sentido.

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