Según reporta la Agencia de Noticias Hawzah, la crítica y la capacidad de aceptar la crítica son valores humanos que hoy en día se prestan poca atención en la sociedad. El Ayatolá Mazaheri, en una de sus sesiones de ética, presenta estos dos conceptos, especialmente en las enseñanzas religiosas, como herramientas para la corrección y el crecimiento individual y social. A continuación, se ofrece el texto que analiza este tema para ustedes, estudiosos.
En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso
Una de las virtudes humanas que en la sociedad actual ha sido en gran medida olvidada es la «crítica». Sin embargo, el tema que aún es más relegado que la crítica misma es la «capacidad de aceptar la crítica».
Significado y concepto de aceptar la crítica en la costumbre coránica
Criticar no significa buscar defectos en los demás con la intención de humillarlos o exponerlos, sino más bien que la persona, con una mirada correctiva y benevolente, señale de manera respetuosa y constructiva un defecto observado en el comportamiento o las palabras de otro. Esta conducta es fundamentalmente distinta de la «busca de faltas» y la «curiosidad malsana».
La curiosidad malsana en los asuntos personales de otros está explícitamente prohibida en el Sagrado Corán, donde dice: «No fisgoneéis los asuntos unos de otros» («wa la tajassasu»). La curiosidad malsana no solo es haram (prohibida), sino que se considera un gran pecado.
Lección de ética, ¡seamos un espejo, no un juez crítico!
También en los hadices se menciona que quien busca descubrir los defectos de los demás será deshonrado por el Altísimo, aunque esa persona sea sumamente cuidadosa con su propia conducta.
Con base en estas enseñanzas, no debemos escudriñar los defectos ajenos ni recopilarlos para señalarlos, sino que debemos ser «descubridores de virtudes», no «reveladores de defectos». El Profeta Muhammad, la paz sea con él y su familia, dijo: «El creyente es el espejo del creyente» («Al-mu’min mir’atu al-mu’min»).
Así como un espejo muestra con honestidad y claridad cualquier imperfección o mancha en el rostro y la apariencia de una persona, el creyente debe cumplir la misma función respecto a su hermano o hermana en la fe.
Si alguien se mira al espejo y nota un desorden en su cabello o rostro, naturalmente buscará corregirlo. De igual manera, si un creyente observa un defecto en el comportamiento o carácter de otro, debe señalarlo con suavidad y buena intención, el otro debe aceptarlo con agrado y esforzarse en corregirlo.
Esta es la verdadera crítica y la capacidad de aceptar la crítica, un proceso correctivo y ético, basado en enseñanzas religiosas y racionales.
¿Cuándo adquieren sentido la crítica y la aceptación de la crítica?
El Corán menciona a quienes, al escuchar diferentes palabras, eligen las mejores. En un versículo se dice: «Anuncia buenas nuevas a mis siervos que escuchan la palabra y siguen lo mejor de ella. Esos son los que Dios ha guiado, y son los de razón» Corán 42:23(«fa bashshir ‘ibadi alladhina yastami’una al-qawla fayattabi’una ahsanahu, ula’ika alladhina hadahumu Allah wa ula’ika hum ulul albab»).
Según este versículo, las personas sabias y guiadas por Dios son quienes tanto practican el «diálogo correctivo» como están «dispuestas a aceptar la crítica»; critican y aceptan la crítica.
Pero, lamentablemente, hoy en día la palabra «crítica» se usa en muchos círculos de forma distorsionada, alejándose de su significado original. En los medios, a veces se presenta como crítica la difamación o la difusión de rumores y calumnias.
O entre algunos grupos jóvenes, la murmuración, la calumnia y la agresividad se justifican llamándolas «crítica». Estas conductas no tienen relación con la crítica, sino que son susurros del demonio y no tienen nada que ver con la ética misericordiosa.
La crítica verdadera es como ser «un espejo» en la intimidad, es decir, cuando dos amigos están a solas y uno le dice al otro: «Querido amigo, tu forma de sentarte no es apropiada, siéntate con respeto», o «Esta pereza que veo en ti puede llevarte a la ruina, debes ser activo y diligente». O, incluso recordarle con cariño: «Tu forma de hablar no es correcta, debes expresarte con respeto y mesura».
La conducta del creyente, es invitarse mutuamente a la corrección y el crecimiento de forma amistosa, en un ambiente respetuoso y sin humillaciones.
Incluso se puede formar un pequeño grupo de amigos donde cada uno señale los defectos de los otros con intención de corregir, siempre que todos estén preparados para «aceptar» la crítica. Así es como la «crítica» y la «aceptación de la crítica» adquieren sentido.
El creyente es el espejo del creyente
En los hadices se dice: «Que Dios tenga misericordia de quien me regale mis defectos». Esta noble expresión muestra una mirada profunda y humana hacia la crítica. El Imam Sadiq, la paz sea con él, también confirmó este significado y estableció sus límites. Él puso como ejemplo que, si alguien te da una prenda o un recuerdo de La Meca, lo llamas regalo y te alegras de recibirlo. De igual forma, si alguien te señala un defecto, debes alegrarte tanto o más.
Este Hadiz fue transmitido tanto del Profeta como del Imam Sadiq, es decir, tiene origen profético y también es parte de la tradición de la Ahl ul-Bayt.
En fuentes históricas se narra que, en reuniones musulmanas, a veces alguien se levantaba y decía con sinceridad: «Que Dios tenga misericordia de quien me regale mis defectos», expresando de esta manera, su aceptación de las correcciones.
Por ejemplo, se cuenta que a veces un creyente, en mitad de la noche, se acercaba con tono suave y amable a otro para, como un espejo, señalarle su defecto con delicadeza.
La otra persona no solo no se enojaba, sino que con alegría decía: «Bien hecho, que has sido mi espejo».
Por eso el Profeta, la paz sea con él y su familia, dijo: «El creyente es el espejo del creyente».
Con toda amabilidad y humildad, revelemos mutuamente nuestros defectos
En consecuencia, lo que hoy en día se llama crítica en algunos periódicos y sitios web está lejos de esta realidad. Algunos medios se han convertido en «libros de insultos», no de críticas; no critican, sino que destruyen reputaciones, insultan y trastocan respetos.
A veces dañan la reputación propia, del sistema o de otros, y aun, así dicen que están criticando. Pero estas actitudes no nacen de la buena intención ni del deseo de corregir, sino que son resultado de los deseos egoístas y la maldad demoníaca.
Los Imames infalibles insisten en que quien te señala un defecto te está haciendo un regalo que debe alegrarte, incluso debes animar y agradecer a esa persona diciendo «que Dios te recompense» y después esforzarte en corregir ese defecto. Si esta actitud imperara, la sociedad sería sabia y progresista; sería una sociedad que se corrige a sí misma, porque conoce sus defectos y si no, recibe ayuda para corregirlos.
Actualmente, la crítica verdadera es muy escasa. Lo que predomina son elogios vacíos.
Si alguien recibe un elogio se alegra mucho, pero si se le hace la más mínima crítica, se enfada rápidamente, trata de justificarse, niega su error y discute para rechazar el argumento contrario.
En un Hadiz se compara a esta persona con quien, al ver el borde de su ojo desordenado en el espejo, en lugar de corregirlo, se enfada y rompe el espejo.
Esta conducta es una falta de sabiduría. En cambio, la persona sabia, cuando el espejo le muestra un defecto, agradece al espejo, lo limpia, dice en su interior o en voz alta: «Bendito sea», y corrige su defecto.
Se relata que el Profeta, la paz sea con él y su familia, siempre que iba a salir de casa, se miraba en el espejo, se arreglaba, verificaba que su turbante estuviera en orden y que ninguna parte de su ropa estuviera fuera de lugar. También se dice que, si no había espejo, se miraba en el agua.
Esta era la conducta del Profeta, la sociedad islámica debe ser igual.
Si alguien se siente tímido, igualmente debe buscar una forma respetuosa de expresarlo. Todas estas maneras nos las ha enseñado la religión.
La expansión de la corrupción moral, principal herramienta del sistema de dominación global
Mientras tanto, el imperialismo global también está actuando seriamente dentro de nuestra sociedad. Recientemente, se publicó una estadística en Estados Unidos que decía: «Reza Shah arrancó el chador de las mujeres, pero fue por la fuerza y con violencia. Luego, enfrentó reacciones sociales. Sin embargo, nosotros pudimos en la República Islámica lograr que las mujeres mismas, voluntariamente y sin violencia, se quitaran el chador.»
Esta declaración refleja la agresión cultural y planificada del enemigo. Por lo tanto, la sociedad islámica debe ser fuerte y sabia en su interior, esta sabiduría no puede formarse sin crítica y capacidad de ser criticada.
Hoy, una de las herramientas principales del sistema de dominación mundial es la expansión de la corrupción moral; entre ellas, la producción y difusión de rumores. Lamentablemente, esta corriente imperialista crea rumores y los inyecta en el espacio social a través de los medios, ya sean periódicos, sitios web e incluso en los transportes públicos.
En realidad, el rumor es diseñado y difundido de tal manera que penetra directamente en la mente y el habla de la gente, propagándose en la sociedad. El Noble Corán advierte seriamente sobre este fenómeno y considera este pecado ante Dios como sumamente grave.
En un lugar, el Corán, con un lenguaje muy firme, usa la expresión “muerte para ti” dirigida a los propagadores de rumores -una expresión rara vez utilizada, incluso en otros casos- y emplea la frase «قُتِلَ الخَرّاصون» (¡muera quien fabrique y teja mentiras!); es decir, muerte para aquellos que inventan palabras y tejen relatos.
Estas personas son como gusanos de seda enredados y atrapados en las telas de sus propias fantasías.
Sobre esta base, el Corán dice claramente que en el islam no hay lugar para la propagación de rumores.
A veces, una humillación en público destruye el espíritu de los niños
El verdadero musulmán no debe ser portador de rumores como: la difamación, la calumnia y debe rechazar todos los rumores. Desde la perspectiva islámica, el creyente no es ni crítico destructivo, ni censurador, ni calumniador, ni hablador malicioso, incluso si alguien censura a otros, verá las consecuencias en esta misma vida.
Como se narra del Imam Sadiq (la paz sea con él): «Quien reproche a un creyente por un pecado, no morirá, sino hasta que él mismo sea probado con ese mismo pecado.»
En el islam, la injuria y la ofensa no solo son rechazadas, sino que se consideran una forma de guerra contra Dios. Quien abre la boca para humillar e insultar, en realidad se ha puesto en el bando enemigo de Dios, no en la fila de los creyentes.
Por lo tanto, ni rumor, ni calumnia, ni difamación ni insulto tienen cabida en el diccionario del islam, y todos son pecados graves cuyo castigo seguro es el fuego del infierno.
En contraste, el islam reconoce la cultura de la «crítica». El islam se presenta como un espejo transparente que muestra el defecto sin humillación y con total claridad, pero esa crítica debe estar alejada del ruido y los gritos, no en los medios ni en reuniones públicas, sino en privado, con suavidad, compasión y cariño.
Lección de ética, ¡seamos espejo, no críticos destructivos!
Por ejemplo, algunos padres, con la intención de disciplinar a sus hijos, los reprenden frente a otros, sin saber que esta acción no solo no educa, sino que puede tener efectos devastadores en la psicología del niño.
A veces, una humillación pública puede causar que el niño desarrolle complejos profundos e incluso destruya su espíritu.
Esta misma regla se aplica en las relaciones matrimoniales. Cuando un hombre critica a su esposa en público o una mujer ridiculiza a su esposo entre parientes, estos comportamientos están en el límite del desprecio.
Si se va a criticar, debe hacerse únicamente en privado entre esposos, no con agresividad, sino con calma, autocontrol y un tono amable y humilde.
Si la mujer ve un defecto en su esposo, o el esposo ve uno en su esposa, deben expresarlo de forma que sea una crítica amistosa, no vengativa.
Pero lo más importante es la «capacidad de ser criticado». Cuando el hombre ve que su esposa dice una verdad, debe agradecerle y la mujer, al ver que su esposo señala una falla con sinceridad, debe valorarlo.
Deben comportarse como espejos: si ven un defecto, sin ira ni crueldad, si escuchan una crítica, deben aceptarla con agrado y satisfacción. Desafortunadamente, en muchas relaciones familiares, ni la crítica se expresa adecuadamente ni se acepta correctamente.
La raíz de muchos de nuestros problemas es que no estudiamos religión
Cuando un hombre señala un defecto real en su esposa, recibe respuestas como el enfado, el silencio frío o la violencia verbal.
En tales casos, estos silencios y enfados oscurecen y contaminan el ambiente del hogar y alejan la misericordia de Dios de esa casa. Mientras que el verdadero musulmán es aquel que tiene la mano de la gracia divina sobre él y es considerado sabio desde la perspectiva divina y humana.
Dios dice en el Corán: «¡Da buenas noticias a Mis siervos que escuchan la palabra y siguen lo mejor de ella! Esos son los que Dios ha guiado, y ellos son los dotados de inteligencia.» Corán 39:18
En el ámbito académico también se enfatiza esta costumbre.
En las clases, cuando un maestro enseña ante un gran público, si un estudiante encuentra un error, puede expresarlo respetuosamente.
Si el maestro ha cometido una equivocación, responde con humildad y cariño, corrigiendo el error. Esta es la costumbre de la crítica y la capacidad de ser criticado en el campo de la ciencia y la religión, que, si se hace con sinceridad y sin terquedad ni ostentación, es señal de madurez intelectual y ética, y tiene un profundo efecto formativo en el desarrollo del carácter científico y religioso.
Por supuesto, la situación actual refleja una disminución del nivel objetivo en la sociedad, porque cuando decae el nivel racional, inevitablemente disminuye nuestra capacidad para criticar y aceptar críticas.
Actualmente, ni en nuestras reuniones ni en nuestros hogares se observa esta costumbre. Lo que más se ha debilitado es la «capacidad de ser criticado».
Que alguien nos señale un defecto y no solo no nos moleste, sino que le agradezcamos, le hagamos un regalo y lo valoremos. Esto no solo es necesario, sino obligatorio.
A este comportamiento se le llama «virtud olvidada», y nuestra sociedad hoy está llena de estas virtudes olvidadas.
Nuestra decadencia también proviene de aquí, porque no estudiamos religión y la raíz de muchos de nuestros problemas está en este punto.
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