Agencia de Noticias Hawzah – El Imam Sayyad (la paz sea con él), en la Supplication 31 de As-Sahifa As-Sayyadiyah, se dirige a Dios de la siguiente manera:
«وَ ازْوِ عَنِّی مِنَ الْمَالِ مَا یُحْدِثُ لِی مَخِیلَةً أَوْ تَأَدِّیاً إِلَی بَغْیٍ أَوْ مَا أَتَعَقَّبُ مِنْهُ طُغْیَاناً.»
"Quítame de mis bienes todo lo que me lleve a la soberbia, me impulse a la opresión o me arrastre hacia la rebelión."
Explicación:
La cultura de la servidumbre (‘ubūdiyyah) es aquello con lo que todo creyente debe adornarse. En la adoración a Dios, todo es hermoso mientras esté impregnado de Su esencia, pero cuando causa negligencia y alejamiento del Creador, se convierte en algo reprochable que debe evitarse con firmeza.
Lo mismo ocurre con la riqueza y las posesiones mundanas. Mientras se usen en el camino de la satisfacción divina, son valiosas; pero cuando se transforman en instrumentos de Satanás, solo engendran arrogancia, desobediencia y olvido de Dios, lo cual es una pérdida absoluta. Por ello, el Todopoderoso dice en el Sagrado Corán:
«¡Oh creyentes! Que vuestros bienes e hijos no os distraigan del recuerdo de Dios. Quienes obren así serán los perdedores.» (Sura Al-Munāfiqūn, 63:9).
La historia de Tha‘labah ibn Hāṭib Al-Anṣārī
Este relato es un claro ejemplo de lo mencionado.
Tha‘labah, un hombre pobre, le pidió al Profeta (la paz sea con él y su familia): "¡Oh Mensajero de Dios! Ruega a Allah para que me conceda riqueza."
El Profeta (la paz sea con él y su familia) respondió: "¡Oh Tha‘labah! La riqueza que tienes ahora, si agradeces por ella, es mejor para ti que una fortuna que no puedas manejar. ¿Acaso no deseas seguir el ejemplo de la vida de tu Profeta? ¡Por Dios, si quisiera, las montañas se convertirían en oro y plata para mí! Pero la mejor vida es la de moderación y suficiencia, y la mejor riqueza es aquella cuya gratitud puedas cumplir."
Tha‘labah no se conformó e insistió, jurando: "¡Por Aquel que te envió como Profeta, si Dios me da riqueza, daré a cada quien su derecho!"
Ante su insistencia, el Profeta (la paz sea con él y su familia) oró por él. Poco después, la vida de Tha‘labah cambió: comenzó con unas pocas ovejas, pero su riqueza creció tanto que tuvo que trasladarse fuera de Medina para manejar su creciente rebaño.
Con el tiempo, se sumergió tanto en sus negocios que abandonó las oraciones congregacionales del viernes e incluso dejó de visitar al Profeta (la paz sea con él y su familia).
Cuando se estableció el mandato del Zakat (impuesto islámico), los recolectores fueron a Tha‘labah, pero él se negó a pagarlo, argumentando: "Esto es como un impuesto obligatorio para los no musulmanes, y no estoy dispuesto a pagarlo."
Al enterarse, el Profeta (la paz sea con él y su familia) exclamó dos veces: "¡Pobre de Tha‘labah, pobre de Tha‘labah!" (2).
Por eso, debemos refugiarnos en Dios de toda riqueza que conduzca a la arrogancia y la desobediencia. Como enseña el Imam Sayyad (la paz sea con él), debemos suplicar:
"¡Oh Dios! Tómame todo aquello que te aleje de mí."
Notas:
Sura Al-Munāfiqūn, 63:9.
Tafsīr Al-Qurṭubī, Vol. 8, p. 209.
Preparado por el Servicio Cultural-Informativo de la Agencia Hawzah.
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