miércoles 5 noviembre 2025 - 23:31
Historia de las Mujeres (II) | El destino amargo de las mujeres en las naciones ignorantes y tribales

Hawzah / En las sociedades atrasadas, la mujer carecía totalmente de independencia y derechos, siendo considerada una mera dependiente del hombre. El padre o el esposo ejercían sobre ella una autoridad absoluta: podían venderla, regalarla o incluso matarla. Las mujeres estaban obligadas a una obediencia ciega, a realizar los trabajos más duros y a soportar malos tratos, siendo tratadas como objetos sin valor.

la Agencia de Noticias Hawzah, Según el difunto Allameh Tabatabai, autor del gran comentario Al-Mizan, en su interpretación de los versículos 228 al 242 de la sura Al-Baqara, aborda el tema de los derechos, la personalidad y la posición social de la mujer desde la perspectiva del Islam y de otras naciones y religiones.

La vida de la mujer en los pueblos atrasados

En esas comunidades y tribus, los hombres consideraban que la vida de las mujeres era una mera extensión de la suya propia. Creían que las mujeres habían sido creadas únicamente para servir a los hombres, sin reflexionar realmente sobre el significado de tal afirmación.

Decían que la existencia y la vida de las mujeres dependían de la de los hombres, y que, al igual que los animales, ellas no poseían independencia ni derecho alguno.

La mujer, mientras no se casaba, estaba bajo la tutela y autoridad de su padre; una vez casada, pasaba a estar bajo la autoridad de su esposo —una autoridad sin límites ni condiciones.

En estas naciones, el hombre podía vender a su esposa, regalarla o incluso prestarla a otro, para que obtuviera de ella placer, descendencia o servicios. También tenía el derecho de castigarla, golpearla, encarcelarla o incluso matarla, e incluso dejarla morir de hambre o sed, sin importar su destino.

En tiempos de hambruna o festividades, algunos hombres llegaban al extremo de sacrificar a sus esposas como si fueran animales, comiendo su carne. Todo lo que pertenecía a la mujer se consideraba automáticamente propiedad del hombre, quien se apropiaba incluso de su derecho a comerciar o disponer de sus bienes.

La carga de los trabajos más duros

La mujer debía obedecer ciegamente al hombre —fuera su padre o su esposo— en todo lo que él ordenara, quisiera o no. También recaía sobre ella la responsabilidad total del hogar, de los hijos y de proveer todas las necesidades domésticas.

Además, debía soportar los trabajos más pesados, cargar bultos, realizar labores agrícolas o manuales extenuantes y aceptar los oficios más humildes. En algunas tribus, la situación llegaba al extremo de que una mujer, tras dar a luz, debía levantarse de inmediato para retomar las tareas domésticas, mientras su esposo, sin padecer enfermedad alguna, fingía estar enfermo y permanecía en cama siendo atendido por ella.

Estas eran, en general, las “normas” que regían los derechos y el destino de la mujer en las sociedades primitivas: una existencia llena de opresión y miseria. Cada época de barbarie tenía sus propios rasgos y costumbres, que variaban según las tradiciones heredadas, las regiones y las condiciones de vida.

Quienes consulten los libros escritos sobre este tema, hallarán una exposición detallada de esas costumbres y tradiciones.

Fuente: Traducción de Tafsir al-Mizan, tomo 2, página 395

Continuará…

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